
El otro lado se presentaba como un fanzine de entrevistas compuestas por una sola pregunta: «¿Cómo descubriste el otro lado?». Hace unos años, Manuel Moreno, editor de Libros Walden, les planteó esta pregunta por correo electrónico a una serie de personas cercanas del mundo de la música, el cómic, la edición, la gestión cultural… La acompañaba de estas explicaciones: «Me gustaría, por tanto, que me contases la historia de tu “iniciación”, cuándo descubriste por primera vez que había algo que te gustaba y no era lo que ponían en la radio, lo que escuchaban tus amigos o sonaba por la radio en los viajes en coche. Puede que ni siquiera fuese música, lo primero. Qué fue lo que lo desencadenó todo y cuáles fueron tus siguientes pasos».
Las más de veinte contestaciones recibidas nutren esta publicación. Todos los testimonios resultan sumamente interesantes porque reflejan de forma muy variada esa primera experiencia del descubrimiento que es siempre emocionante y misteriosa. Todos tenemos una historia al respecto, y reflexionar sobre ella es un ejercicio que —créeme— puede tener su gracia. Puede llevarte a reconectar contigo, algo muy útil en momentos difíciles. Y también puede que, al recordar en qué contextos has vivido tus experiencias culturales más significativas, te plantees cómo quieres vivirlas en el futuro.
Estoy seguro de que en la mayoría de las historias que se puedan contar sobre el tema hay dos elementos comunes que me gustaría reivindicar. El primero, el espacio pequeño: salas, bares, librerías y cineclubs son lugares que pueden aportarte momentos llenos de significado cuando menos lo esperas. Hace unos años, en el club de lectura de Ubú Libros dedicado a África, una participante tomó la determinación de estudiar Filología Árabe después de leer El pan a secas, de Mohamed Chukri.
El segundo, un generoso intercambio cultural entre generaciones. En el parche del bombo de Guadalupe Plata luce un retrato de Frank Peláez, un profesor de inglés de Torreperogil amante del blues, como agradecimiento por todos los descubrimientos musicales que compartió con ellos siendo estos unos chavales. También hay veces que el intercambio se genera en dos direcciones y es doblemente rico. Durante el último Monkey Week, me llamó la atención el concierto de Laura Montagne & PicoAmperio. La joven vocalista presentó una de sus canciones indicando que la letra era un poema de la también gallega Luz Fandiño, de 88 años, un icono punk de los jóvenes de quien encontré estas recientes declaraciones, cargadas de futuro: «Nunca soñé con tener tanta juventud cerca y que me aceptaran de esta forma, como a una más. En ellas tengo confianza. Para mí son una escuela. Yo recojo mucho más beneficio que ellas conmigo». Como dice Billy Childish hay que volver a los 16, pero no perdamos de vista los 88 de Luz Fandiño.